martes, 5 de noviembre de 2013

Un final cantado


Se ha equivocado por apenas dos meses. El mismo día en que Amadeo Salvo accedió a la presidencia, Braulio se sabía destituido de facto. Sólo quedaba fijar la fecha de la ejecución. Él habría apostado por la primera semana de septiembre, con la clausura del periodo de fichajes, una vez culminado todo el trabajo sucio. Cerraba los ojos y se veía "amortizado" del mismo modo maquiavélico en que lo fue Fernando Gómez tres veranos antes, la ya lejana fecha en que él promocionó con un cargo innombrable para justificar su sueldo, poco ajustado al de un director deportivo de élite. Pero Salvo cuidó más las formas que el antecesor y regaló al gallego dos meses de cortesía.
Sí habría hecho pleno Braulio a la hora de apostar por el heredero. Tampoco era muy complicado. El discurso de Rufete no cuadraba, ni en el fondo ni en las formas, con el de un simple coordinador de cantera. El todavía director deportivo sabía por tanto que su futuro iba a depender del tiempo que tardara el exjugador en sentirse apto para el relevo.
La carrerilla de Rufete era uno de los fantasmas de Braulio, pero no el único. Como expuso en su discurso de presentación antes de que la prudencia le obligara a suavizar el tono, Salvo no entendía muchos de los fichajes del gallego. Cuarenta millones en el banquillo, lamentó sin tapujos. A ello se unía su condición de vestigio del llorentismo, régimen al que el técnico sirvió de forma leal, hasta el punto de hacer propia la caprichosa apuesta por Pellegrino. Braulio era sinónimo de Llorente como Fernando lo fue de Soriano. Y ahí la ley del fútbol nunca perdona. Por eso ahora los tanques apuntan hacia Inmaculada Ibáñez, otro rastro del pasado.
Salvo ha sido coherente. Si siente que el cáncer del Valencia crece en un vestuario acomodado y egocéntrico, nada hay tan lógico como relevar al hombre que lo configuró, y más si jamás creyó en él. Mejor hacerlo ahora, con tiempo para regenerar la plantilla y poner nota a Djukic. Sólo un pero. Con sus errores, Braulio merecía salida más decorosa que un frío comunicado de cinco líneas dictado desde el otro extremo del planeta el día en que Jorge Mendes se estrena como director deportivo en funciones.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Las vidas de Djuka

El Getafe, como mes y medio atrás el Sevilla, evitó con su derrota la gran prueba de fuego; el chequeo definitivo a las convicciones de Amadeo Salvo. El presidente nunca ha dudado de que Djukic debe concluir la obra que comenzó, en contra del sentir generalizado entre sus asesores. Diez en coherencia para el gestor, pero tengo curiosidad por saber hasta qué punto habría resistido su lógica empresarial el paso a través del prisma del fútbol. Luis García, al igual que entonces Emery, pudieron explorar y no lo hicieron las dotes gatunas del serbio a la hora de contar vidas. Todo un detalle del exempleado blanquinegro y de quien pudo serlo.

El caso es que los chuzos que debían caer de punta en el Coliseum fueron al final agua bendita y Djukic, que ya tuvo una segunda oportunidad, dispone ahora de la tercera. Sin deslumbrar con su fútbol, ni tan siquiera aproximarse a las prestaciones que por calidad debería ofrecer domingo tras domingo esa plantilla, el Valencia ganó en Getafe y lo hizo además de forma merecida.

Con el calendario como impagable aliado, el equipo tiene ante sí un mes idóneo para reventar o crecer. Y para hacer un saludable ejercicio de autocrítica, porque son muchas las preguntas a las que, ahora que la tensión se relaja, convendría responder. ¿Por qué lo primero que hizo Djukic nada más llegar al Valencia fue sepultar todo el trabajo de Valverde? Visto el déficit de fútbol que arrastra el equipo, ¿qué pintaba Parejo en el banquillo? ¿Necesita ese vestuario que la afición tome la calle (Swansea) o "visite" Paterna (Almería) para encontrar el amor propio? Con Ricardo Costa ofreciendo lecciones tácticas ante los micrófonos y la plantilla encerrándose sin jefes en el vestuario, ¿cabe hablar ya de autogestión? ¿Es normal que el equipo llegue desfondado a noviembre y cada duelo alimente el parte de bajas? Y una última. ¿Qué mensaje de justicia se transmite al grupo cuando Barragán pasa de lucir en San Mamés a no ir convocado ante la Real Sociedad, idéntico camino al que recorrió Alcácer entre Sankt Gallen y Villarreal?

lunes, 25 de febrero de 2013

Camino entre brumas

José Císcar, vice del Consell y presidente del Valencia (con perdón), tendrá que activar más pronto que tarde la luz antiniebla. Que sí, que ya sabemos todos que la Generalitat no es dueña del club, que ni pincha ni corta en materia tan banal como el deporte. Nos ha quedado claro que este barco a la deriva lo gobiernan los patronos de una fundación independiente, apolítica. Gente de fútbol, vaya. Pero por si acaso meta usted la larga, don José, que demasiadas curvas trae el camino para recorrerlo a tientas.

Entre brumas avanza esa fundación que nadie quiere presidir, porque a ver quién acepta la etiqueta histórica que colgará de la pechera del hombre que venda el Valencia. También ese ejército de ejecutivos metidos a buscadores de oro en un peculiar "reality" con premio para el primero que cace un inversor de solvente apariencia. Y ese entrenador que recela a la hora de atarse a un club con la guillotina caliente. Y el director deportivo que ficha jugadores sin saber si en unos meses serán propios o ajenos. Y al frente de todos, un presidente que en las distancias cortas comienza a dar la impresión de sentirse liberado.

A sus detractores les descoloca la noticia de que Llorente, el denostado liquidador de Mestalla, rechazó 50 millones por Soldado y Rami en el mercado de invierno. A los interventores del club, seguramente también. En un tiempo no muy lejano, el delantero ya estaría pateando la orilla del Támesis y el defensa estrenaría calentadores en la fría Rusia.

Pero Llorente ha alzado la vista. Intuye que no tiene más futuro que el presente. No descarta seguir el año próximo pero tampoco irse mañana. Nadie se ha interesado por su opinión acerca del presidente idóneo para la Fundación, ni por supuesto le han ofrecido el cargo. Confinado entre las cuatro paredes del Valencia CF, no participa en el "casting" de inversores. Siente que la información fluye paralela a él y ni siquiera puede confirmar a su técnico si seguirá el año próximo. De estas cenizas surge un Llorente que luce orgullo desde su rol secundario y no quiere tragar más bilis, consciente de su responsabilidad pero también de que el sudario de la impopularidad corresponde ahora a otros. Que vendan ellos.

domingo, 17 de febrero de 2013

Un nuevo estadio que ya es viejo

Ni el megalómano Keops, regados sus sueños por el mejor de los vinos, habría imaginado tan fastuoso sepulcro. El ya envejecido nuevo estadio del Valencia va camino de engullir a su tercer presidente, interinos al margen. Desde que las hormigoneras dejaron de girar, el club ha tenido tres sedes sociales; ha frustrado dos abordajes piratas; ha pasado por las manos de cuatro dueños distintos, si se cuenta el efímero y vergonzoso reinado de Dalport; ha perdido 10.000 socios, hastiados por la falta de estímulos deportivos y una crisis que no cesa... El Valencia ha vivido un siglo en cuatro años, mientras en la que estaba llamada a ser su casa el tiempo se detuvo.

Barberá soñó con la final de la Champions de 2010, la UEFA llegó a inspeccionar el solar con vistas a la de 2011 y hace apenas unos meses, ebrio de euforia por el luego fallido acuerdo con Bankia, el hierático Llorente fantaseaba con albergar la de 2014. Cuando llegue esa fecha, como ocurrió con las anteriores, en las gradas del estadio hacia el que debería mirar todo el planeta fútbol no habrá más que ratas.

El mausoleo de la avenida de las Cortes, convertido en monumento a la impotencia, ha podido con todos los manuales de estilo. Con el anhelo fanfarrón de Soler, quien rechazó la gestión de una sociedad mixta en esa no tan lejana época en la que nadie se atrevía a negar nada al Valencia; con la irrealidad de Soriano, condenado a vender humo en una estéril carrera contra el reloj; con los fríos números de Llorente al frente de un club intervenido y en manos de su gran acreedor...

Valencia, la moderna capital de la Ciudad de las Ciencias, foco cultural y turístico, no puede seguir permitiéndose el lujo de mantener abandonada una de sus estampas. El Valencia, grande de España y hace no tanto potencia continental, será incapaz de levantar cabeza mientras su estadio continúe varado. Ambos, ciudad y club, necesitan una solución que sólo llegará cuando aparezca un inversor serio, como los que rescataron a equipos de menos solera. Que lo traigan el Consell, Rus o Fernando. Pero que lo traigan pronto.

lunes, 4 de febrero de 2013

En buena compañía

Hay que saber escoger a los compañeros de viaje. Lo pensó la rana que ayudó al escorpión a cruzar el río y seguro que Braulio coincide con ella. Aunque a este 'paquete bomba' llamado Banega lo trajeron Soler y su generosa tarifa plana -todo a 18 (millones de euros)-, fue error del director deportivo renovarlo; dejarse seducir por cuatro buenos partidos y las falsas promesas de "no volverá a ocurrir".

Eligió aquel día Braulio un mal compañero de viaje, otro escorpión que le clavaría el aguijón en cuanto el instinto primario ganara el pulso al afán de supervivencia. Y volvió a equivocarse este verano al escuchar su sugerencia: "Tráeme a Gago". Criticar esta segunda decisión sería ventajista tras los elogios bañados en tinta que todos hemos regalado al Pintita. Ese error es colectivo. Pero con Éver nunca debió haber dudas. Y para llegar a tal conclusión no hace falta adentrarse en el peligroso debate sobre si ha llegado bebido al trabajo, ya que nadie le esperaba en Paterna, alcoholímetro en mano, para afirmarlo. Basta con el nulo compromiso que ha mostrado desde que aterrizó en Valencia.

En la zona noble también Llorente comulgará con la rana y el técnico. Y no sólo por haber dado a Banega la segunda oportunidad que no merecía. El presidente está en otras cosas de mayor enjundia, cruza aguas pantanosas y ha elegido con mimo su guardia pretoriana. La llegada de Andreu y el ascenso de García Moreno acentúan su músculo, aunque a la hora de la verdad siga tan expuesto como antes a la voluntad económica y política.

Llorente acierta al marcar raya y ajustarse la gorra de capitán. Al recordar a Sesé que no es serio un consejero comentando partidos por Twitter desde el palco. Al pedir a García Roig que se deje de "chismorreos", usando sus propias palabras. Pero que no olvide que una cosa es imponer disciplina y otra distinta secuestrar la información. En época de conductas reprobables y ruedas de prensa sin periodistas, bienvenida sea la autocrítica y el debate, sobre todo con quienes comparten contigo responsabilidad legal y moral.

lunes, 28 de enero de 2013

Un cambio de rumbo

Durante los casi cuatro años en que Llorente presidió el Valencia (obsérvese el tiempo verbal empleado), el espíritu de Mestalla permaneció amarrado a la silla del dentista. El fútbol quedó reducido a ese tenue hilillo musical que se abre paso, imperceptible e insustancial, entre muelas voladoras y nervios ejecutados con precisión quirúrgica; la que seguramente requería una infección como la contraída por el nonagenario club.

Pero al reputado odontólogo, el mejor que podía tener en ese trance histórico el Valencia, se le fue la mano con la anestesia. Tan centrado estuvo en los alicates que olvidó subir la música, y así se llegó a la junta general de noviembre, el esperpento donde los argumentos de unos y otros quedaron ahogados por la verborrea de Paco Roig. A pesar de su negro historial, el expresidente todavía tuvo quien le escuchara. Y aplaudiera. Y ahí entendió Llorente, tarde como Pablo de Tarso, que su nula empatía con el valencianismo pesaba más que una gestión correcta, necesaria pero no suficiente.

Rus tiene mucho terreno ganado. En el cuerpo a cuerpo verbal, "el tronaor" no le ganaría un premio de ingenio y gracia. Sabe articular como él ese discurso socarrón y populista capaz de explorar los espacios emocionales despreciados por Llorente. Pero Rus es mucho más que Roig. Aunque ha esperado 16 años este momento, sabe aplicar la continencia. Es Fernando, su rival en la carrera sucesoria, el que se abrasa fruto de un paso al frente precipitado, inspirado por la necesidad de planificar una temporada completa en el campo y la sensación de que se le pasa el arroz que Rus lleva tiempo cocinando en los despachos.

El exfutbolista dice que busca inversores; el político los busca sin decirlo. Aquél necesita información de la situación real del club para poder avanzar sus gestiones; a éste le basta con descolgar un teléfono para obtenerla. Y en medio de ellos emerge la bonhomía de Ortí, el mejor embajador, harto de que le roben los honores que le regaló la historia. Merece ser escuchado.

domingo, 20 de enero de 2013

El equipo del Gobierno

Quienes aún canturrean aquello de que el Real Madrid, rival hoy en Mestalla, es el equipo del Gobierno deberán ir haciéndose a la idea de invertir los términos. El Valencia va camino de convertirse en empresa pública, sus jugadores y ejecutivos serán los funcionarios mejor pagados de la historia y el Consell destinará al fútbol lo que escatima en servicios primarios, salvo que la "sensibilidad" de Bankia o un jeque rumboso dicten lo contrario. El escenario que todos veían venir pero nadie quería aceptar está aquí. Y en tránsito de la incredulidad a la ira nos acompaña una pregunta: ¿Cómo pudimos caer tan bajo?

El Valencia llega a esta situación por la ingenuidad del expresidente al que embaucó una banda de timadores. Pero que nadie se lleve a engaño. Aquella no fue una historia de cándidas almas burladas, sino de vanidad y codicia. De la reconquista de un trono y el color del dinero.

El Valencia llega a esta situación fruto de un pacto suicida en el que ninguna de las partes coligadas para frenar la estafa interpretó bien su papel. Qué podíamos esperar cuando los banqueros son políticos y los políticos, forofos. Hoy la crisis nos aclara la vista tras arrojar por el sumidero todo el mundo que conocíamos. Quienes recuerdan el discurso que alimentó aquella foto maldita como la de las Azores -"es que el club desaparecía"- reciben ahora un "¿y qué?" por respuesta. La necesidad nos ha traído la lucidez, pero nunca está de más algo de autocrítica; recordar el contexto social de la decisión, anunciada un día después de que el Consell asumiera el canon de la Fórmula 1 y recibida con más aplausos que pitos.

El Valencia llega a esta situación por el ansia de gloria de un abogado que, con la razón de su parte, optó por matar moscas a cañonazos. Él trajo el sambenito de la asistencia financiera. Él remachó el clavo ardiendo.

Y el Valencia llega a esta situación por la inacción de un político que hizo del oscurantismo bandera al frente de la Fundación, consciente de que al final el problema lo tendrían otros. Así nos va. Entre todos la mataron y ella sola se murió.